La Macrobiótica es una disciplina que simplemente consiste en seguir el orden de la naturaleza, ya que esta, es infinitamente sabia y perfecta. El hombre es el único ser que ha dejado de aplicar los principios que le corresponden por naturaleza, y en consecuencia, él mismo y su alrededor, han perdido el equilibrio natural que les pertenece.
La Macrobiótica rescata estos principios innatos del ser humano, que aunque, totalmente en armonía con la Naturaleza, completamente olvidados y enterrados por la gran mayoría. Estos principios, no solo se aplican en la alimentación, si no que, se aplican en la totalidad de las vivencias que engloban al hombre, hacia sí mismo y hacia el resto de la Naturaleza. Por lo que abarca también la psicología, el comportamiento, la ética y la espiritualidad, pudiendo denominarse, la Macrobiótica, una filosofía de vida.
Como bien sabemos, nuestro cuerpo está formado a partir de la materia prima que le proporcionamos, que con sus mecanismos internos, descompone, utiliza y almacena para su correcto funcionamiento. Sin embargo, en la actualidad, estos mecanismos están cansados, agotados, inhabilitados o trastornados, puesto que se ha abusado de ellos.
La Macrobiótica, en cambio, aplicada a la alimentación, le proporciona al organismo lo justo y necesario para un adecuado desarrollo de sus funciones. Otorgándole fuerza y energía al cuerpo, ya que no la consume en la asimilación de los alimentos ingeridos.
La Macrobiótica trata de equilibrar la dieta, dependiendo de las características de la persona, lugar de residencia, clima, estación… Para ello, utiliza como barómetro el Yin y el Yang, dos fuerzas opuestas, pero complementarias, presentes en todos los fenómenos universales y caracterizándolos hacia un polo o hacia el otro. Lo cual permite catalogar los alimentos y encontrar el equilibrio.
Gracias a estos conocimientos, uno adquiere la capacidad de manejar a su antojo y necesidad, los alimentos. Por ello, no existen prohibiciones, ni reglas estrictas, sino al contrario, ofrece total libertad.
Respetar el Orden de la naturaleza, significa consumir los productos de la región y de la estación. Es decir, utilizar las verduras y frutas en el momento en que se recolectan naturalmente, sin uso de invernadero o de cualquier intervención del hombre.
Como base de la alimentación humana, corresponde el cereal. Si observamos la fisiología del hombre, tanto en su dentición, como en la constitución de su aparato digestivo y como la composición de sus jugos digestivos y enzimas, podemos fácilmente comprobar este hecho. También podemos constatar la gran diferencia que existe entre la dentición y el aparato digestivo de otros animales, como pueden ser los animales carnívoros. Estos, tienen jugos mucho más fuertes y ácidos en el estomago, lugar donde se descomponen las proteínas, la dentadura está formada por caninos que sirven para desgarrar y tienen un intestino bastante más corto que el nuestro, lo que impide que se produzca la descomposición de la carne en el interior del cuerpo.
Si se investiga un poco, llegamos a la misma conclusión, ya que los pueblos primitivos todavía existentes, se alimentan básicamente de cereal, de igual manera que nuestros antepasados.
Aquí en el País Vasco, el alimento de base era el mijo (podéis constatarlo en el libro Haranburu L. 2000) y en toda la Edad Media, se desayunaba las denominadas “gachas”, es decir, cremitas de cereal.
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